
La Dama Blanca de la Casa Fabiola. Una dama vestida de blanco que, según testigos, aparece al anochecer en esta antigua casa-palacio del barrio de Santa Cruz.
En pleno corazón de Sevilla, en una de las calles angostas y serpenteantes del barrio de Santa Cruz, se alza la Casa Fabiola, un edificio que, a simple vista, parece uno más entre los muchos palacios y casonas que adornan la ciudad. Sin embargo, esta mansión esconde un secreto antiguo, una historia de amor y tragedia que se niega a desvanecerse. Quienes cruzan sus puertas o pasean por sus alrededores, aseguran que una presencia etérea deambula en la penumbra de sus corredores, dejando tras de sí un aroma a jazmín. Se trata de la Dama Blanca de la Casa Fabiola, una figura fantasmagórica envuelta en misterios y susurros.
La leyenda cuenta que en la Sevilla del siglo XVIII, cuando la ciudad aún era un hervidero de comercio y aventuras, vivía en la Casa Fabiola una joven llamada Isabel de Alcázar. Isabel era hija única de una familia adinerada y poderosa, y como muchas mujeres de su época, se encontraba atrapada entre los muros de su hogar y las expectativas de la sociedad. Era conocida en toda Sevilla por su belleza inusual y sus ojos oscuros que parecían esconder un mar de secretos.
Un día, durante una fiesta en el palacio familiar, Isabel conoció a un caballero de origen humilde, un joven poeta llamado Fernando, cuya presencia despertaba rumores en cada rincón de la ciudad. Aquel poeta poseía una extraña fascinación por lo místico y lo oculto, y dedicaba sus días a escribir versos inspirados en las sombras y en los encantos de la Sevilla nocturna. Isabel y Fernando se vieron atrapados en una pasión prohibida y secreta, ya que los padres de ella jamás habrían permitido que su hija se relacionara con alguien de una posición tan baja.
Las semanas se sucedieron, y los amantes se reunían en secreto en los jardines ocultos y oscuros pasillos de la Casa Fabiola. Bajo la luz de la luna y entre los ecos de la ciudad dormida, sellaron su amor eterno con promesas susurradas y miradas furtivas. Sin embargo, esta felicidad clandestina no pasó desapercibida por los padres de Isabel, quienes, al descubrir el romance, tramaron un plan para evitar que la reputación de la familia se viera comprometida. Una noche, mientras Isabel aguardaba a Fernando en uno de los salones de la casa, unos hombres irrumpieron en el lugar, y en cuestión de segundos, el amado de Isabel fue capturado y llevado lejos.
Se dice que Isabel nunca volvió a verlo y que su familia la obligó a casarse con un noble anciano, lo cual la sumió en una tristeza tan profunda que su vida se extinguió meses después de la boda, en soledad y con el corazón roto. Su alma, afirman los antiguos vecinos, quedó atrapada entre las paredes de la mansión, incapaz de abandonar el lugar donde había conocido la única felicidad de su vida.
Desde entonces, la figura de la Dama Blanca aparece en la Casa Fabiola en noches de luna llena. Los que han tenido la suerte –o el infortunio– de verla, describen a una mujer de aspecto vaporoso, con un vestido blanco que se arrastra por el suelo como una nube espectral, y una melena suelta que parece flotar en el aire. Aparece siempre en silencio, su figura envuelta en una luz tenue y pálida que la distingue de la oscuridad de la casa. Algunos testigos dicen que se acerca a las ventanas que dan al jardín, como esperando a alguien que nunca regresa.
A veces, un murmullo suave y desgarrador se escucha en el aire, el cual dicen que son los lamentos de la Dama Blanca, buscando sin cesar al amor que le arrebataron. También, en noches particularmente sombrías, un perfume a jazmín y rosas inunda las habitaciones de la Casa Fabiola, como un eco de aquel amor imposible que, siglos después, sigue latente.
La Casa Fabiola fue restaurada hace unos años y abierta al público como museo, lo cual no detuvo la presencia de la Dama Blanca. Hay visitantes que afirman haberla visto mientras recorrían sus salas. Algunos guías y vigilantes del museo también han reportado fenómenos extraños: sombras que se mueven en los rincones, susurros sin fuente aparente y un frío inexplicable que surge incluso en los calurosos veranos de Sevilla.
Para los sevillanos, la Dama Blanca es parte de su historia y de su leyenda urbana. Se dice que quienes se atrevan a cruzarse con ella deben mirarla con respeto y compasión, porque sigue esperando en vano a su amor perdido. Tal vez algún día los misterios de la Casa Fabiola se disipen y la Dama Blanca encuentre la paz, pero hasta entonces, seguirá siendo la enigmática guardiana de un amor eterno, atrapado entre las sombras y el silencio.